Ayúdate, Felipe, ¡AYÚDATE!
Nacido en una alejada comunidad rural de México, Felipe es el
quinto de 11 hijos de Doña Lupe y Don Ramiro. Está casado desde hace 18 años
con Carmelita, con quien “solo alcanzó” a engendrar 7 criaturas porque a
consecuencia de las complicaciones del último embarazo, ella ya no pudo volver a
quedar encinta. No obstante, Felipe se siente agradecido porque sus 3 hijos y 4
hijas están sanos, y “aunque su mujer ya no le puede dar más hijos”, él la
quiere mucho.
Felipe es un tipo sencillo, respetuoso, siempre de buen
ánimo, cae bien, pues. Para sus 36 años luce mucho mayor, es un hombre que ha
trabajado duro desde los 6 años porque al morir su padre, él y sus hermanos
mayores se encargaron del sustento del hogar, nunca pisó una escuela y por lo
mismo no sabe leer ni escribir, lo que no impide que sea muy apreciado en su trabajo
porque es esmerado y su actitud es de influencia positiva en los demás…. Cuando
no falta a sus labores.
Si bien su analfabetismo le impide escalar a posiciones
laborales de mayor paga y responsabilidad, Felipe tiene un sueldo de media
tabla dentro de su empresa, pues como ya se dijo, le echa muchas ganas. Hay,
sin embargo, un primer inconveniente, la familia del protagonista de esta historia
es muy numerosa por lo que su ingreso no le alcanza y eso que sus cuatro hijos
mayores (solo terminaron la educación primaria y van de los 14 a los 18 años de
edad) ya son económicamente independientes. Ante esta situación, poco se
puede hacer, pues los dependientes económicos están ahí y más restringido el
sustento, no lo pueden tener, aunque sí ayudaría mucho el que no faltara tanto a su trabajo.
Luego aparece el segundo inconveniente, el cual, creo yo, Felipe
sí puede contrarrestar para evitar que afecte tanto a su ya de por sí
frágil economía familiar: resulta que a nuestro amigo le gusta mucho la
pachanga, ningún suceso lo deja sin festejo, que si la graduación del
preescolar, las primeras comuniones, los aniversarios luctuosos de todos sus
ancestros, el santoral completo que no puede faltar y, por si fuera poco,
apadrina en cuanta fiesta es convocado. Y no es que el festejo lo limite a un
cálido abrazo y a unas efusivas palabras, no, él se va a lo grande, música en
vivo, alcohol y comida a reventar, pero … ¿con que dinero si mal alcanza para
lo esencial? Ah, pues así como apadrina a otros, a él también le ayudan sus
parientes y compadres, y además para eso son los préstamos y Felipe se sabe de
todas todas el trámite de créditos en su trabajo. En su empresa tiene el
beneficio de obtener financiamiento a bajo costo, pero aun así, acaba pagando
mucho en intereses por gastar lo que no tiene, y lo más delicado es que cada
día está más endeudado. Así las cosas, además de los crecientes intereses
quincenales, se deben considerar las dos faltas recurrentes en cada quincena: la
del festejo y la del día siguiente, es decir, la de la resaca. Así entonces, su
paga quincenal es de 13 días en lugar de 15 y a eso hay que descontar la
totalidad del bono de productividad, lo que hace que su ingreso quincenal sea
del 70% aproximadamente de lo que debería percibir en caso de no faltar ningún
día a su trabajo. Y a ese porcentaje que le queda, hay que restarle además lo
que abona a su crédito.
Por supuesto que no es correcto culpar a Felipe por su precariedad económica, cierto es que las cosas se le han presentado muy difíciles desde temprana edad, no obstante, cabe preguntarse, ¿dónde queda la responsabilidad individual de nuestro amigo? ¿Acaso se requiere un elevado nivel académico para entender que faltar al trabajo hace que la paga sea menor? Cuando no son las fiestas propias, son el esquema de “fiestas – tanda” con parientes y compradres, las que lo hunden cada vez más. ¿No sería mejor aspirar a brindar algo más que la educación primaria a sus hijos en lugar de festejarles en grande una graduación de preescolar?
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