Breve Historia de una Compra Irresponsable

El 26 de junio de 1992. Qué lejos se ve, pero lo recuerdo perfectamente, y cómo no, si ese día mi madre cedió a uno de los caprichos más comunes de un quinceañero de aquellos tiempos: tener un potente equipo de sonido. No se trataba de una cuestión menor, quería algo más que un “estéreo” o “modular”, como se les decía entonces a los equipos de audio, antes de la incursión de los minicomponentes y luego las bocinas inalámbricas.

Un asunto en materia económica tenía inquietos a muchos en el verano del 92.  El 22 de junio de ese año se publicó en el Diario Oficial de la Federación, el “Decreto por el que se crea una nueva unidad del Sistema Monetario de los Estados Unidos Mexicanos”, a entrar en vigor al año siguiente, por lo tanto, a partir del 1° de enero de 1993 nacería el “Nuevo Peso” que habría de quitarle tres ceros al peso anterior.  En consecuencia, si alguien tenía un millón de pesos en 1992, a partir de 1993 se convertirían en mil pesos. Visto de ese modo, era natural que la gente tuviera la percepción de pérdida patrimonial, aunque eso no fuera objetivamente así.

En ese contexto, mi madre dispuso de un ahorro para tener contento a su muchacho, “de todos modos, el dinero ya no va a valer nada, mejor lo gastamos”, decía, dándome luz verde para la compra con la condición de que me asesorara mi tío, “para que no vayas a hacer una tontería”, condición que salía sobrando porque si alguien era mi “mala” influencia en esos asuntos era mi querido tío Fernando, hombre de gran inteligencia, asiduo lector de la revista Mecánica Popular y siempre informado de las últimas tendencias en electrónica.

Llegado el ansiado día y luego de visitar con mi tío y mi primo varios establecimientos de la entonces moderna Plaza Tangamanga de San Luis Potosí, se hizo la compra en tres distintos negocios. Primero lo primero, en un concesionario Yamaha, el amplificador y el reproductor de casetes de audio, no se compraron las bocinas ahí porque las Yamaha nos hubieran dejado sin presupuesto para lo demás. En una tienda llamada Audio Video Systems se adquirieron las bocinas y el ecualizador, ambos de marca Kenwood y por último, el reproductor de discos compactos Sony en un Sanborns. El monto total de la compra fue de $3,150.00 Nuevos Pesos.


La cantidad de $3,150.00 nuevos pesos actualmente equivale a $31,071.04 pesos, teniendo en cuenta una inflación acumulada de 886.38% en los últimos 30 años (cálculo propio, con información de Banco de México).

Hoy analizaría muchas variables antes de tomar la decisión de hacer una compra como la de hace 30 años, aunque ahora como padre puedo entender que la racionalidad puede verse disminuida, cuando de brindarles momentos de felicidad a los hijos se trata.

En defensa de la irresponsable compra de mi ya clásico equipo de sonido, debo decir que a sus 30 años de edad, se trata de un bien más que duradero, que su potencia y fidelidad me siguen entusiasmando y están a la altura de los tiempos que corren, que ha transitado con éxito desde los casetes y discos compactos, hasta la conexión vía Bluetooth, pasando por el Blu-Ray, que no pasa más de una semana sin que sea utilizado, que no hay reunión familiar que no sea amenizada con él y sobre todo, que pocas cosas materiales evocan tantos recuerdos gratos desde su compra en aquel distante junio de 1992. Hoy puedo afirmar que vale cada peso que costó y mucho más.

¿Volvería a hacer una compra irracional? Como entusiasta de las finanzas diría que NO, pero a veces hay que ir más allá de sólo hacer cuentas y, con la necesaria prudencia presupuestal, permitirnos experiencias y gustos que valen más de lo que cuestan.

* El CD Player pasó a mejor vida en 1999, por eso no figura en la foto.





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